miércoles, 12 de septiembre de 2018

Cuento 2

Cuentos Andinos 
Pallasca minero


Una abigarrada colección de planos, de yacimientos y de esperanzas; una turba de cateadores y traficantes han invadido y asolado la zona, un desfile de visionarios acicateados por la ambición del "oro". Hombres y nombres que aún conmueven y emocionan: Fritz, Brades, Teófilo Claudett, Arturo Werthaman, Ernesto Henke, Frank Scott y Carlos Arnuzzi.
Luego el geólogo vidente, el topógrafo profesional, el teodolito de tres pies y su lente miope para fijar visuales y ubicar pertenencias, amparos ensoñados y queridos como pachorgo y piticocha, como consuso y pariachuco, huachara o chuquival, aracabo o maypur, como cuy crudo o carangay o como ogopito y magistral, nombres oraculares y cabalísticos como "osa madre" o "la aventura", "la casualidad" o "porfía", para alucinar y fascinar y engalanar la razón social.
Sigue el campamento escuálido con sus tambos y cantinas, la guitarra de "conchavino" o la concertina del feligrés, en los cafertines de velis nolis de las maricuchas o juanachas se dislocan las cinturas de los obreros en los esguinces y brazos de las bayaderas, y mientras los obreros agotan esfuerzo y sudor en el pique o socavón y sus tímpanos se atrofian con el retumbar de los martillos o el detonar de la dinamita, los gerentes o juegan "rocambor" o cortejan a las secretarias, y entre que en Lima, Chicago o Liverpool desembarca el patrimonio mineral de la riqueza de pallasca, la provincia se empobrece, nada queda para el lugar porque la patente municipal no se aplica o es muy parca, el carbón, el oro y el tungsteno de la fabulosa pallasca ha hecho la fortuna de extraños y la miseria de los nativos, masas enormes de lo que fueron hombres deambulan su silicosis y los borrachos y ladinos que sobreviven son una escoria amargada, de aquél maquiavélico cambalache va surgiendo una conciencia de protesta y rebeldía que va dinamizando el ritmo del nuevo trato por los canales de la justicia social.
El emporio es envidiable y la codicia y ambición tienden su torba asechanza, el descubrimiento de una nueva veta suscita un interés desorbitado para adelantarse a la delegación a formular el denuncio, en este afán reluce el puñal y el revólver riela el vértigo fatal, Shenedollé, Hank Ford y Emé, Gálvez, puente y tejada y muchos más murieron en aquella carrera alocada del "oro" o del "tungsteno".

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